Por Claudia L. Mantilla
El comercio es la actividad económica por excelencia en Colombia; El consumo minorista representa alrededor del 70 por ciento del PIB (Producto Interno Bruto). Así mismo las tasas más altas de pérdidas de mercadería se encuentran en el comercio minorista, principalmente por hurto. Si bien las cifras oficiales de inseguridad en establecimientos comerciales tienden a la baja, por el incremento de medidas policivas, las estadísticas no dejan de ser un dolor de cabeza para el comerciante. Solo en la capital del país en 2017 se registraron 16.730 casos; en 2018, 16.753 hurtos; y en el primer semestre de 2019, 7.926 casos; ese panorama plantea una tasa de 45 hurtos diarios. En 2020 el balance es atípico, por el fenómeno del Covid-19 y el confinamiento, con una reducción del 73% al pasar de 10.988 casos en mayo de 2019 a 2.945 casos en mayo de 2020.
Según la Policía Nacional, las modalidades más comunes son el robo perpetrado por los clientes, la excavación de túneles, el atraco y la violación de cerraduras. En menor escala están la clonación de tarjetas, la suplantación de identidad o delitos cometidos en el comercio digital. También pueden presentarse robos por parte de los mismos empleados, fraude por parte del proveedor y pérdidas por errores administrativos. Los bienes sustraídos van desde artículos hasta dinero, los de preferencia son artículos pequeños y de alto valor, fáciles de ocultar y vender posteriormente.
Como en todo sector, la inversión en seguridad debe ser proporcional al tamaño de la empresa. Las grandes cadenas deberán tener un sistema integral de seguridad que aborde tanto la vigilancia física como la electrónica. En el caso del comercio minorista los afectados son, en su mayoría, pequeños empresarios que no pueden hacer millonarias inversiones pero sí la más segura; por eso, en materia de seguridad y vigilancia privada el comercio es el sector ideal para hacer la migración de la vigilancia física a la vigilancia electrónica.
Es aquí donde entra a jugar un papel primordial el profesionalismo de las empresas de Seguridad y Vigilancia Privada para ofrecer un estudio previo de seguridad que detecte las necesidades reales para proteger las instalaciones, la infraestructura, la mercancía y el personal con el sistema más idóneo, ya sea monitoreo permanente de alarmas, sistema de vigilancia CCTV (Circuitos Cerrados de Televisión), e incluso, cámaras térmicas que detectan altas temperaturas corporales para responder a los nuevos desafíos que nos dejó el Covid-19.